Los hallazgos fósiles más sorprendentes cerca de Bogotá

¿Alguna vez en tu vida has escuchado hablar de fósiles? Un fósil es una prueba física de que algo estuvo vivo hace miles o millones de años. Puede ser un hueso, un diente, una huella, una hoja marcada en piedra o incluso un excremento. Aunque muchas veces pensamos en dinosaurios cuando escuchamos la palabra fósil, en realidad existen fósiles de muchos tipos de organismos: peces, insectos, plantas, microorganismos.
No todos los seres vivos se convierten en fósiles, para que eso pase, tienen que morir en un lugar donde sus restos no se descompongan rápido. Luego, deben quedar cubiertos por sedimentos (como barro o arena) que, con el tiempo, se endurecen y se transforman en roca. Lo más común es que se conserven las partes duras, como huesos o caparazones, pero a veces también quedan marcas: huellas, mordeduras, todo lo que un organismo pudo haber dejado atrás.
Estudiar fósiles es lo que hace la paleontología, una ciencia que se dedica a entender cómo era la vida en el pasado. Gracias a los fósiles, hoy sabemos cómo eran los animales que ya no existen, cómo vivían, qué comían y cómo se relacionaban entre sí. También podemos saber cómo era el clima en distintas épocas y qué tan diferentes eran los paisajes que hoy conocemos. Con esta información, no solo miramos hacia el pasado, sino que también entendemos mejor los cambios por los que ha pasado la Tierra.
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Colombia es un país muy rico en fósiles. En Villa de Leyva, Sáchica, Floresta o Sogamoso, se han encontrado fósiles de animales marinos que vivieron hace más de 100 millones de años, cuando una gran parte del territorio estaba cubierto por mar. En las rocas de estas regiones se han hallado plesiosaurios, ictiosaurios, amonites, peces y muchas otras especies que vivieron en lo que hoy son montañas.
En el desierto de la Tatacoa, por ejemplo, se han encontrado fósiles de tortugas gigantes, cocodrilos antiguos y mamíferos extintos que vivieron mucho después de la era de los dinosaurios. Aunque esta ciencia ha sido desarrollada durante siglos, con pensadores antiguos como Xenophanes o científicos como Mary Anning, quien descubrió importantes fósiles marinos en Inglaterra, en Colombia su historia ha tenido un camino particular. Durante mucho tiempo, el estudio paleontológico en el país fue limitado. Sin embargo, ha tenido una larga historia.
De hecho, se tiene registros de que los primeros ejemplares hallados en nuestro país fueron por científicos como Alexander von Humboldt, los cuales fueron llevados a Europa para ser analizados, debido a la falta de infraestructura científica local. Uno de los casos más conocidos es el del Callawayasaurus colombiensis, un reptil marino del Cretácico descubierto en Boyacá, cuyos fósiles fueron transportados a la Universidad de California. Solo décadas después, parte de esos restos regresaron al país. Hoy existen museos, como el de paleontología en Villa de Leyva, y más estudiantes, científicos y curiosos están aprendiendo sobre la historia natural de Colombia.
Este país, con su enorme diversidad geológica, tiene todavía muchos secretos bajo tierra. Los fósiles que se han encontrado hasta ahora son solo una parte de todo lo que aún puede descubrirse. Y como sabemos que en este parche hay muchos, pero muchos chicos y chicas interesados por la ciencia, hoy les queremos contar sobre 5 hallazgos fósiles que se han hecho muy cerca de Bogotá. ¿Estás listo? Aquí vamos.
Insectos en La Calera, Cundinamarca
En el municipio de La Calera, a pocos kilómetros de Bogotá, en 2022 un descubrimiento dejó a más de uno con la boca abierta: dos insectos diminutos, fosilizados en una roca. Los responsables del hallazgo fueron Edwin Cadena (paleontólogo) y Andrés Alfonso (biólogo), ambos de la Universidad del Rosario, que estaban explorando en la mina La Popa con la intención de buscar hojas fósiles.
Mientras observaban una pared rocosa con marcas diagonales curiosas, decidieron tomar algunas muestras. Entre los fragmentos había dos "bichitos raros", como los llamaron en un principio. Solo después de analizarlos con herramientas especiales en laboratorio, se dieron cuenta de lo que realmente habían hallado: el fósil de una especie de mosca y el de un pequeño escarabajo, ambos de hace unos 100 millones de años.
Lo increíble de este hallazgo, publicado en la revista científica internacional Cretaceous Research, no fue solo su antigüedad, sino el hecho de que los insectos estuvieran preservados en piedra, pues los insectos al no tener estructuras duras como huesos o caparazones, se degradan fácilmente, así que encontrar uno fosilizado en roca es algo verdaderamente raro. Hasta ahora, lo único parecido en Colombia habían sido unas alas fosilizadas de libélula en Villa de Leyva y unos nidos de avispas antiguos en Cundinamarca.
Pero más allá de su rareza, estos pequeños fósiles dieron pistas sobre cómo era La Calera en tiempos remotos. Las rocas del lugar y los restos encontrados indican que allí existió un antiguo lago de agua dulce, rodeado de vegetación.

Mastodonte en Anolaima
En 2017 en Anolaima, municipio de Cundinamarca, estaban listos para construir el restaurante escolar de un colegio. Las máquinas ya cavaban en el patio cuando, a unos tres metros de profundidad, ocurrió algo inesperado: aparecieron unos huesos enormes.
Al principio, nadie sabía muy bien qué hacer. Algunos pensaron que podían ser restos de un dinosaurio, y otros simplemente prefirieron guardar silencio. Los trabajadores, temiendo que la construcción se detuviera, no dijeron nada de inmediato. Pero el guarda de seguridad del colegio, que pasaba todos los días vigilando el terreno, sí notó algo raro y decidió contarlo.
Así fue como Alberto Rodríguez, uno de los encargados de la institución, se enteró. Al ver los huesos que eran grandes costillas, partes de una mandíbula, vértebras supo que no era un hallazgo común. Buscó ayuda de expertos, quienes revisaron las imágenes del descubrimiento y dieron la respuesta: lo que estaba enterrado allí no era un dinosaurio, sino un mastodonte, un enorme animal ya extinto que fue pariente de los elefantes actuales.
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Lo más probable, dijeron los especialistas, es que se trataba de un ejemplar adulto. Por su tamaño y el estado de los restos, era un fósil importante. Además, no es cualquier cosa encontrar un mastodonte bajo un colegio. El hallazgo fue confirmado por el Centro de Investigaciones Paleontológicas de Colombia.
Los mastodontes habitaron muchas regiones de Colombia, desde el norte hasta el sur del país, y vivieron entre 10.000 y 20.000 años atrás. Eran animales herbívoros con colmillos largos y curvos, y llegaron a convivir con los primeros seres humanos que caminaron por estas tierras.

Restos marinos en Villeta
En 2013, en la carretera que conecta los municipios de La Vega y Villeta, en Cundinamarca, investigadores de la Universidad Nacional hicieron un hallazgo que los llevó a replantear lo que se creía sobre la edad de las rocas de la zona.
Durante varios recorridos con sus estudiantes, el profesor Pedro Patarroyo encontró restos de antiguos animales marinos parecidos a calamares y pulpos. Esto ya era sorprendente, considerando que hoy ese lugar está lleno de montañas. Pero lo más interesante fue que estos fósiles parecían mucho más antiguos de lo que se creía.
Por años se pensó que esas rocas tenían unos 100 millones de años, pero los fósiles hallados indicaban otra cosa: en realidad, podrían tener al menos 110 millones de años, o incluso más.
Quizá la diferencia te parezca menor, pero no lo es, este tipo de detalles en estos descubrimientos cambian muchas cosas, como saber mejor la historia del planeta, buscar minerales, crear mapas geológicos y hasta descubrir cómo se movieron los océanos o cómo se formaron las montañas.

Un perezoso gigante en Quipile
En 1956, en Quipile, Cundinamarca, se descubrieron los restos de un Megatherium, un perezoso gigante que vivió hace más de 480.000 años. Este mamífero herbívoro era enorme: podía medir hasta 6 metros de largo y pararse casi tan alto como un elefante.
El Megatherium tenía patas cortas y fuertes, garras curvas para romper ramas y una cola musculosa que usaba como apoyo para mantenerse de pie mientras comía. Aunque era un animal tranquilo, su tamaño lo hacía imponente.
Este gigante formó parte de los animales del Pleistoceno. Se cree que desapareció hace unos 10.000 años debido a cambios en el clima y a la caza por parte de los primeros humanos.

Uno de los manatíes más antiguos en Tocaima
En 2005 en una zona rural de Tocaima, Cundinamarca, dos campesinos encontraron varios fósiles mientras trabajaban. La mayoría parecían de tortugas o cocodrilos antiguos, pero uno, en especial, pasó desapercibido durante mucho tiempo: un pedacito de mandíbula con dos dientes.
Años después, el paleontólogo Jorge Moreno-Bernal lo notó en una colección mientras revisaba restos de cocodrilos. Al examinarlo más de cerca, se dio cuenta de que no era un reptil sino un mamífero, y no cualquiera: todo indicaba que se trataba de un antiguo manatí.
Para entender mejor de qué especie se trataba, Moreno-Bernal contactó a la paleontóloga Catalina Suárez, quien en ese momento trabajaba con fósiles de mamíferos sudamericanos. Juntos comenzaron a investigar y se sumaron dos expertos más al equipo: Javier Gelfo, del Museo de La Plata en Argentina, y Jorge Vélez-Juarbe, del Museo de Historia Natural de Los Ángeles, especialista en manatíes fósiles.
Entre los cuatro identificaron al fósil como un pariente del Potamosiren magdalenensis, un manatí extinto que vivió hace más de 13 millones de años. Pero este fósil encontrado en Tocaima era aún más antiguo: alrededor de 17 millones de años, lo que lo convierte en uno de los manatíes de agua dulce más antiguos descubiertos en América del Sur.

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