En Bogotá, los paseadores de perros se han convertido en una figura clave del paisaje urbano. Más que un oficio, su labor refleja cómo la ciudad ha cambiado; viviendas más pequeñas, jornadas laborales más largas y una creciente preocupación por el bienestar animal han hecho que este servicio sea no solo común, sino indispensable.
Cada día es más frecuente ver perros recorriendo parques, ciclovías y calles acompañados de sus paseadores, quienes organizan rutas, agrupan animales según tamaño y temperamento, y combinan disciplina con afecto. Este trabajo ha generado una red invisible de afectos entre humanos y mascotas, al mismo tiempo que moldea nuevas dinámicas de convivencia en el espacio público.
Bogotá es una de las ciudades con mayor tenencia de mascotas en Colombia, solo detrás de Medellín y Cali. Se calcula que el 40% de los hogares bogotanos tiene al menos una mascota, siendo el perro la preferida. Las razones detrás de este aumento son múltiples: cambios demográficos, hábitos de consumo, búsqueda de compañía o apoyo emocional, e incluso la protección que estos animales brindan en los hogares.
El oficio de paseador de perros surgió en Bogotá a finales de los años noventa, inicialmente en sectores de clase media-alta como Chapinero Alto y Rosales, y hoy se ha extendido a distintos barrios y clases sociales. La comunidad de paseadores es diversa. Jóvenes, adultos mayores, mujeres cabeza de hogar, profesionales en veterinaria o etología, y emprendedores que ven en esta labor una oportunidad sostenible y vocacional.
Más allá de la economía, los paseadores tienen un impacto directo en la vida de la ciudad. Su presencia constante en el espacio público no solo asegura el bienestar físico y emocional de los animales, sino que también fortalece la convivencia comunitaria. Para muchos dueños, representan una solución ante la falta de tiempo para atender a sus mascotas, garantizando que reciban ejercicio, socialización y atención constante.
Su labor demuestra que los cambios en la vida familiar, laboral y social de Bogotá han dado lugar a nuevos oficios, nuevas formas de conexión afectiva y nuevas maneras de habitar la ciudad. Pasear perros en Bogotá es, en definitiva, un acto que une humanos, animales y ciudad en un mismo ritmo.
En Bogotá existen unos paraderos singulares, no tienen rutas, ni buses, ni pasajeros apurados. En su lugar en donde se emprenden viajes distintos, viajes impulsados por la imaginación y los libros.
Se trata de los Paraderos Paralibros Paraparques (PPP), pequeñas bibliotecas al aire libre que hoy forman parte esencial de la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá (Biblored).
Su origen se remonta a 1996, cuando Fundalectura, junto a gobiernos locales y departamentales, propuso crear espacios que acercaran la lectura a comunidades sin acceso a bibliotecas. En Bogotá, la iniciativa fue apoyada por la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y con el tiempo pasó a integrarse plenamente a Biblored.
Actualmente, la capital cuenta con 95 PPP distribuidos por toda la ciudad, desde grandes parques metropolitanos hasta zonas de bolsillo en distintos barrios. Cada uno alberga cerca de 300 libros, la mayoría dirigidos al público infantil, aunque los catálogos se adaptan a los gustos y necesidades de las comunidades que los rodean.
Más allá de los libros, estos espacios se han convertido en verdaderos puntos de encuentro cultural. Los mediadores de lectura organizan actividades que van desde recitales de poesía hasta talleres de tejido o presentaciones musicales, fortaleciendo el vínculo entre los vecinos y el arte. En los PPP se conversa, se aprende y se teje comunidad.
Aunque Bogotá concentra la mayor cantidad de estos paraderos en el país, la idea también ha echado raíces en otras regiones como Pereira, Guatapé y Castilla La Nueva (Meta), demostrando que el modelo es replicable y que la lectura puede florecer en cualquier esquina.
El diseño colorido de los PPP, inspirado en los tonos de la bandera bogotana y en la forma de una parada de bus, los ha convertido en un ícono urbano. Pero su valor va mucho más allá de lo estético: representan un símbolo de transformación social. En lugares como Altos de la Estancia, en Ciudad Bolívar, la lectura se ha convertido en una herramienta de cambio, capaz de crear lazos, esperanza y nuevas formas de habitar la ciudad.
Bogotario, la serie que invita a mirar Bogotá con otros ojos, regresa con 30 nuevos capítulos que recorren los íconos y personajes que definen la ciudad.
El estreno será el 14 de octubre en el YouTube de Canal Capital y el 15 de octubre en televisión. A partir de esa fecha, los episodios estarán disponibles martes, miércoles y viernes en YouTube, y martes, miércoles y jueves en televisión.
Bajo el lema ‘una ciudad por descubrir’, la serie llega con capítulos que combinan historia, contexto y belleza visual. Desde las zapaterías del Restrepo y el chorro de Quevedo, hasta el Parque Simón Bolívar, la Cinemateca de Bogotá o los paseadores de perros, cada episodio celebra los lugares, oficios y tradiciones que forman parte de la identidad bogotana.
David Moncada es la guía de esta travesía por Bogotá. Más que mostrar la belleza de cada ícono, descubre historias escondidas y curiosidades que hacen que cada lugar cobre vida y sorprenda a quienes creen conocerlo.
Con estos nuevos capítulos, recorreremos localidades como Antonio Nariño, Engativá, Ciudad Bolívar, Chapinero, Sumapaz, Santa Fe, Usaquén, Fontibón, Suba y Teusaquillo, mostrando la ciudad a través de las voces de quienes la habitan. Sus historias invitan al público a reconocerse en los íconos y a descubrir nuevas facetas de Bogotá.
Bogotario no es una guía turística, sino un viaje para sentir y reconocer la identidad de Bogotá, explorando aquello que nos une como habitantes de la ciudad. Cada capítulo invita a contemplarla con asombro, orgullo y curiosidad, celebrando los elementos que nos hacen verdaderamente bogotanos.
El fútbol femenino en Bogotá vive un proceso de expansión sostenida, reflejado en el aumento de niñas y jóvenes que practican este deporte y en la presencia constante de futbolistas capitalinas en las distintas categorías de la Selección Colombia: Sub-17, Sub-20 y mayores. Así lo señaló Catalina Pérez, arquera del combinado nacional, al analizar la evolución del fútbol femenino en la ciudad.
Para la guardameta, el cambio ha sido notorio frente a los inicios de su carrera. ‘Yo siento que el fútbol femenino en Bogotá está creciendo mucho y eso es algo que me emociona mucho. De cómo estaba cuando yo inicié jugando para la selección a lo que es ahora, cada vez está creciendo más y mejorando más’, afirmó, al destacar que Bogotá hoy aporta jugadoras en todas las categorías del seleccionado nacional.
Ese crecimiento también se percibe en el entorno cotidiano. Cada vez es más común ver niñas jugando fútbol en colegios y parques, una escena que, según Pérez, no era habitual ni socialmente aceptada años atrás. En este contexto, las escuelas de formación cumplen un rol clave al convertirse en espacios de aprendizaje, disciplina y construcción de la pasión por el fútbol, acompañadas por entrenadores que exigen y forman desde edades tempranas.
La arquera también subrayó la importancia del fútbol barrial como parte de la cultura deportiva de la ciudad y del país. Estos partidos informales, muchas veces compartidos con hombres, representan un escenario de alta exigencia que contribuye al desarrollo técnico y competitivo de las jugadoras.
En el plano competitivo, Pérez destacó el papel de torneos amateurs como la Copa Nottingham, uno de los certámenes más relevantes del país en su categoría, al permitir continuidad, mayor número de competencias y visibilidad para las jóvenes futbolistas. La transmisión de estos encuentros por Canal Capital amplía el alcance del talento local y fortalece su proyección a nivel nacional e internacional.
Más allá del aspecto deportivo, el fútbol ha sido para Catalina Pérez un vínculo permanente con su familia y con Bogotá, ciudad donde nació. Aunque su carrera la ha llevado a jugar en distintas ligas y países, mantiene un fuerte arraigo con la capital. ‘Bogotá es dónde nací, dónde está mi familia. Ese amor por Bogotá ha crecido cada año de mi vida y tiene un sitio en mi corazón que no lo podría llenar ningún otro lugar’, concluyó la arquera.
Con el cierre de 2025 y el inicio de 2026, el salario mínimo vuelve a ocupar un lugar central en la agenda nacional. Este fue uno de los temas abordados en Un Café con Fe, donde se puso sobre la mesa la discusión sobre cuánto podría aumentar el ingreso básico, cuáles serían sus efectos en la economía y si realmente alcanza para vivir con dignidad en Colombia.
El salario mínimo en el país corresponde a la remuneración obligatoria que deben recibir los trabajadores formales por una jornada laboral completa. Su ajuste anual se define a través de una mesa de concertación entre el Gobierno nacional, los gremios empresariales y las centrales obreras, teniendo en cuenta variables como la inflación, el costo de vida y la productividad. En caso de no lograrse un consenso, el incremento es fijado por decreto.
Más allá del ingreso mensual, este ajuste tiene efectos colaterales en otros pagos asociados, como el auxilio de transporte y aportes que se calculan con base en el salario mínimo. Aunque su aumento busca proteger el poder adquisitivo, también genera debate por sus posibles consecuencias sobre el empleo y la dinámica económica.
Para analizar este panorama, en Un Café con Fe participó Gabriel Angarita, director de Estudios Económicos de la Secretaría Distrital de Desarrollo Económico, quien explicó que el aumento del salario mínimo es una de las variables más sensibles de la economía colombiana. Según indicó, un incremento elevado puede traducirse en presiones inflacionarias, reflejadas en mayores costos de servicios como matrículas, medicina prepagada y el SOAT, lo que termina elevando el costo de vida, especialmente en Bogotá.
No obstante, Angarita señaló que también existe un efecto positivo, una mayor capacidad de consumo para quienes reciben ingresos formales. Sin embargo, advirtió que en una economía con altos niveles de informalidad, un salario mínimo más alto puede dificultar la generación de empleo formal y limitar la contratación por parte de las empresas, lo que podría tener efectos adversos en el mercado laboral.
Desde la otra orilla del debate, las centrales obreras defienden un incremento significativo. El presidente de la CGT, Percy Oyola, quien participa en la mesa de concertación con el Gobierno nacional, explicó que el 9 de diciembre el Comando Nacional Unitario, integrado por la CGT, la CTC y confederaciones de pensionados, presentará su propuesta oficial. Aunque no se precisaron cifras, afirmó que el planteamiento apunta a un aumento de dos dígitos, con el argumento de que el salario mínimo debe seguir cumpliendo su función como mecanismo de redistribución de la riqueza y de reducción de la pobreza.
Además, recordó que la Organización Internacional del Trabajo (OIT) presentó el pasado 21 de noviembre un estudio sobre el salario mínimo vital, en concordancia con el artículo 53 de la Constitución, que establece que el salario mínimo debe ser vital y móvil.
Para contrastar estas posturas con la realidad cotidiana, el programa salió a las calles para preguntar a la ciudadanía si el salario mínimo alcanza para vivir. Las respuestas reflejan una percepción generalizada de insuficiencia. Varias personas señalaron que el costo del arriendo, que ronda entre 890.000 y 1.000.000 de pesos en sectores populares, sumado a gastos de alimentación, transporte y servicios, supera con facilidad el ingreso mínimo mensual. Algunos estiman que se requieren cerca de dos millones de pesos para cubrir los gastos básicos sin posibilidad de ahorro.
Así, mientras avanza la discusión técnica y política que también se conversa en Un Café con Fe, la pregunta de fondo sigue abierta: ¿el salario mínimo en Colombia garantiza realmente una vida digna o apenas permite sobrevivir en un contexto de alto costo de vida?
El fútbol femenino en Bogotá ha mostrado un crecimiento sostenido en los últimos años, consolidando procesos desde categorías tempranas hasta niveles profesionales. La ciudad, con sus ligas locales, torneos y escuelas de formación, se ha convertido en un semillero de jugadoras que ya comienzan a destacar a nivel nacional e internacional.
Para Natalia Gaitán, capitana de la selección Colombia y referente del fútbol bogotano, ‘es algo positivo, siempre va a ser muy bueno poder hablar de esto… Quedamos campeonas en la categoría sub-19 hace un par de semanas y eso da muestra de lo que se ha logrado también en fútbol sala’.
La futbolista destaca que la creación de ligas y torneos para todas las edades ha permitido procesos más estructurados y continuidad en la formación de nuevas jugadoras.
El papel de las escuelas de formación es fundamental en este desarrollo. Según Gaitán, ‘hace falta que volteemos más a mirar a estas escuelas más seguido y que puedan tener cierto vínculo más cercanía con los equipos profesionales’.
Estas instituciones no solo forman talento, sino que también fomentan competencias entre ellas, elevando los estándares de preparación en la ciudad.
Los espacios públicos y las canchas de barrio también juegan un rol clave en la formación de futbolistas. Gaitán asegura que estos lugares son más que simples campos de juego: ‘son espacios donde se desarrolla el fútbol, una manera más como hobby, pero donde conviven muchas edades y se comparten experiencias’.
Además, los torneos locales como la Copa Nottingham refuerzan la participación familiar y comunitaria, un factor esencial para la motivación de las jóvenes deportistas.
La familia, según la jugadora, constituye el apoyo principal en la carrera de una futbolista: “el apoyo que me brindaron mis padres, mi hermano, mi familia en general fue fundamental para que yo pudiera alcanzar todos los sueños y objetivos que tuve”. Este respaldo no solo facilita el desarrollo deportivo, sino también fortalece la autoestima y la confianza de las jugadoras.
Finalmente, Gaitán resalta el valor de Bogotá en su trayectoria personal y profesional:
‘Mi ciudad significa demasiadas cosas, soy orgullosamente bogotana. Representar a la ciudad y al país me llenó de orgullo y responsabilidad… cada vez que regreso disfruto recorrer su historia y celebrarla desde su cultura y oportunidades’.
El panorama del fútbol femenino en Bogotá continúa creciendo, con un ecosistema de formación, espacios públicos y apoyo familiar que promete seguir impulsando a nuevas generaciones de jugadoras hacia escenarios nacionales e internacionales.
El programa Audiencias Capital, espacio de la Defensoría de las Audiencias de Canal Capital, dedicó una de sus más recientes emisiones a escuchar a quienes siguen de cerca La nevera sonora, en particular el capítulo centrado en el mundo del punk. La conversación permitió profundizar en cómo este género musical trasciende el sonido para convertirse en una expresión cultural, estética y social con raíces profundas en Bogotá.
A partir del monitoreo al impacto del programa, Audiencias Capital invitó a Ana María, una joven televidente de 25 años residente en Bosa, quien comentó en redes sociales una de las piezas del capítulo dedicado al punk. Desde su experiencia como seguidora del programa y como parte activa de la escena rockera, su testimonio aportó una mirada desde el territorio.
El capítulo de La Nevera Sonora abordó el punk desde múltiples dimensiones: la voz de los artistas, las dinámicas de la industria independiente, la historia del género y su lectura sociológica y antropológica. Esta aproximación, según se destacó en el espacio, permite entender el punk no solo como música, sino como una forma de interpretar la sociedad, de cuestionar y de construir identidad.
La estética fue otro de los ejes del episodio. Tatuajes, peinados, vestuarios y símbolos aparecieron como elementos que no solo diferencian a quienes hacen parte de esta escena, sino que comunican posturas políticas, culturales y formas de resistencia. En ese sentido, el programa mostró cómo la imagen también narra historias y construye comunidad.
Desde Bosa, Ana María explicó que el punk y el rock han sido puertas de entrada a procesos colectivos que integran música, fotografía, publicaciones independientes y acciones solidarias. En su localidad, la escena se ha consolidado alrededor de asociaciones culturales que organizan eventos donde la música convive con iniciativas comunitarias, apoyo a familias vulnerables y trabajo con comunidades indígenas.
Durante la conversación, se subrayó que uno de los aportes centrales del capítulo es la ruptura de estigmas. Lejos de asociar el punk con la marginalidad o la falta de futuro, La Nevera Sonora expone prácticas de autogestión, creación artística y pensamiento crítico que fortalecen el tejido social y amplían las formas de participación cultural en la ciudad.
El análisis realizado en Audiencias Capital evidenció que este tipo de contenidos no solo informan, sino que generan reflexión y diálogo con las audiencias. El capítulo sobre el punk abrió una ventana para comprender cómo la música puede ser un lenguaje para leer la ciudad, narrar sus territorios y reconocer la diversidad cultural que habita en Bogotá.
Desde el patio taller, el centro neurálgico de la Primera Línea del Metro de Bogotá, el proyecto de infraestructura más esperado por la ciudad muestra avances decisivos. A casi cinco años del inicio de su construcción y tras más de ocho décadas de espera, el sistema entra en una fase vital: la llegada, ensamblaje y prueba de los trenes que recorrerán la capital a partir de marzo de 2028.
El patio taller no es solo una estación técnica. Es el lugar desde donde partirán diariamente los trenes y al que regresarán para mantenimiento, limpieza y descanso.
«Este es el corazón del proyecto, de aquí saldrán todos los días los trenes que van a prestarle servicio a la comunidad y aquí regresarán para mantenimiento y para iniciar de nuevo cada jornada», explicó Leonidas Narváez, gerente general de la Empresa Metro de Bogotá.
La Primera Línea tendrá 23,9 kilómetros de extensión, 16 estaciones y un viaducto elevado que conectará el suroccidente con el norte de la ciudad. El sistema contará con 30 trenes, cada uno compuesto por seis vagones, con capacidad para 1.800 pasajeros por tren. Cada vagón puede transportar hasta 300 personas.
A la fecha, tres trenes ya se encuentran en el patio taller. El cuarto llegará el 8 de enero, el quinto saldrá de puerto el 12 de enero y el sexto el 22 del mismo mes. Según la programación, los 30 trenes estarán en Bogotá antes de finalizar octubre de 2026.
En operación, el metro alcanzará velocidades máximas de 80 km/h, con una velocidad promedio de 42 a 43 km/h, incluyendo paradas. El recorrido completo, desde el sector del parque Gibraltar hasta la calle 72, tomará 27 minutos, un trayecto que hoy puede tardar entre una hora y media y una hora cuarenta y cinco minutos en otros modos de transporte. El impacto será directo: el sistema movilizará en promedio un millón de personas al día.
«La Línea 1 del Metro lo que le va a regalar a la ciudad es tiempo y calidad de vida. Tiempo para la familia, para estudiar, para el deporte y para el bienestar», afirmó Narváez.
El proyecto presenta un avance cercano al 70 %, aunque el tramo restante es el más complejo. En los próximos 22 meses, hasta septiembre de 2027, el reto será la integración total del sistema: rieles, energía, trenes, estaciones, puertas de plataforma y centros de control. Todo deberá funcionar de manera sincronizada para garantizar una experiencia segura y transparente para el usuario.
Tras la etapa constructiva, vendrá la llamada ‘marcha blanca’, un periodo de seis meses de pruebas integrales, requisito indispensable para cumplir con los protocolos internacionales de seguridad de un sistema que transportará miles de pasajeros a alta velocidad. La operación comercial está prevista para marzo de 2028.
En el frente financiero, el proyecto cuenta con una inversión total estimada de 23,4 billones de pesos, bajo un esquema de cofinanciación entre el Distrito y el Gobierno Nacional. El contrato de concesión se extenderá hasta 2048. La financiación está respaldada por la banca multilateral. 1.060 millones de dólares del Banco Mundial y el Banco Interamericano de Desarrollo, además de 200 millones de dólares del Banco Europeo de Inversiones, lo que deja al proyecto sin riesgos de financiación a corto plazo.
El sistema será completamente automatizado, con tecnología GOA 4 (es el nivel más alto de automatización en sistemas ferroviarios), sin conductor, y operado desde dos centros de control; uno en el patio taller y otro en el corredor Caracas.
La infraestructura incluye talleres de mantenimiento pesado, edificios operativos, cocheras para los 30 trenes y una línea de pruebas de 905 metros, que será energizada para iniciar ensayos de arranque, frenado y control.
Más allá de las cifras, la percepción ciudadana acompaña el avance físico. Encuestas recientes de la Empresa Metro de Bogotá muestran que más del 78 % de los bogotanos expresa optimismo frente al metro. Para Narváez, ese respaldo se explica por una obra que no se detiene: actualmente entre 16.000 y 17.000 personas trabajan a diario en su construcción.
La integración del Metro de Bogotá con el Sistema Integrado de Transporte Público tendrá un efecto directo en el costo del viaje para los usuarios. El modelo que se está estructurando permitirá que una persona pueda combinar distintos modos, transporte zonal, troncales de TransMilenio y metro, utilizando un solo pasaje, siempre que el recorrido se realice dentro de una ventana de tiempo que aún está en estudio.
La meta es simplificar la experiencia del usuario y evitar cobros adicionales por cada transbordo, fortaleciendo un sistema verdaderamente integrado desde el inicio de la operación.
Sobre este punto, el gerente general de la Empresa Metro de Bogotá, Leonidas Narváez, fue enfático al explicar el alcance del modelo tarifario. ‘Cuando llegue al transporte público podría iniciar su recorrido en el TransMiCable, luego coger el zonal, luego el troncal, llegar a la estación del Metro y subir al Metro con el mismo pasaje’.
El Metro de Bogotá dejó de ser una promesa. Hoy, desde su patio taller, el proyecto avanza con trenes en tierra, pruebas en marcha y una fecha clara para cambiar la movilidad de la ciudad.
Los museos de Bogotá guardan arte, memoria y relatos que revelan la esencia de la capital. Un recorrido para entender la ciudad a través de sus espacios culturales.
Bogotá no solo se recorre caminando, también se lee, se observa y se escucha. Sus museos forman una constelación de lugares donde la ciudad se cuenta a sí misma desde muchos ángulos: el arte, la memoria, la resistencia, la arquitectura, la vida cotidiana. Aquí, un mapa imprescindible para volver a mirar la capital con otros ojos.
1. Museo de Bogotá
Foto: Alcaldía de Bogotá
Dos sedes, miles de relatos. El Museo de Bogotá guarda más de 24.000 objetos que revelan cómo ha cambiado la ciudad. Fotografías históricas, planos esenciales, reliquias como el tranvía y la estatua de Gonzalo Jiménez de Quesada. Un espacio para pensar la ciudad que tenemos y la que queremos.
Direcciones:
Sede Casa Sámano: Carrera 4 # 10-18
Sede Siete Balcones: Calle 10 # 3-61
Horario:
Abre todos los días, excepto los martes.
Lunes, miércoles, jueves y viernes de 9:00 a.m. a 6:00 p.m.
Sábados, domingos y festivos de 10:00 a.m. a 6:00 p.m.
Entrada gratuita.
2. Museo de la Ciudad Autoconstruida
Foto: Alcaldía de Bogotá
En la cima del TransMiCable, justo en la estación Mirador del Paraíso, Ciudad Bolívar cuenta su historia con voz propia. Este museo celebra la vida en las laderas: las manos que levantaron casas, los liderazgos barriales, las memorias comunitarias. Y, además, tiene biblioteca.
Dirección: Calle 71H Sur # 27-79, estación Mirador del Paraíso del TransMiCable
Horario: Abierto de martes a domingo de 9:00 a.m. a 5:00 p.m.
3. Galería Santa Fe
Foto: Galería Santa Fe
En La Concordia, el arte late distinto. La Galería Santa Fe es un laboratorio donde artistas visuales y plásticos ponen sus ideas a circular: exposiciones cambiantes, ferias locales y una escuela de mediación que invita a mirar de manera menos apurada.
Dirección: Carrera 1A entre calles 12C y 12D, primer piso de la Plaza de Mercado La Concordia
Horario: Abre de martes a domingo de 9:00 a.m. a 5:00 p.m.
4. Museo Botero
Foto: Visit Bogotá
En 2000, Fernando Botero entregó 208 obras al Banco de la República y dio vida a uno de los espacios más queridos de La Candelaria. La casona colonial que lo alberga es casi tan fotogénica como las obras que cuelga.
Dirección: Calle 11 # 4-41
Horario: Abierto todos los días excepto los martes. Entrada gratuita.
5. Museo Nacional de Colombia
Foto: Museo Nacional
El museo más antiguo del país nació en 1823 dentro de un edificio que alguna vez fue cárcel. Hoy, sus 17 salas y más de 2.500 piezas narran la historia colombiana desde antes de la Conquista hasta el presente.
Dirección: Carrera 7 # 28-66
Horario: Abre de martes a sábado de 9:00 a.m. a 5:00 p.m.; domingos y festivos de 10:00 a.m. a 5:00 p.m.Entrada gratuita: miércoles de 3:00 p. m. a 5:00 p. m. y último domingo de cada mes.
Seis salas, un mismo propósito: conectar al visitante con los hitos que han sacudido la historia nacional. Aquí se cruza el 20 de julio de 1810 con episodios más recientes como la Toma del Palacio de Justicia. Todo explicado con herramientas interactivas que invitan a participar, no solo a mirar.
Dirección: Carrera 7 # 11-28
Horario: Abre de martes a domingo. Entrada gratuita: miércoles de 3:00 p. m. a 5:00 p. m. y último domingo del mes.
7. Museo del Oro
Foto: Alcaldía de Bogotá
Sus colecciones arqueológicas son un tesoro literal: piezas prehispánicas que muestran cómo pensaban, trabajaban y soñaban las civilizaciones indígenas que habitaron lo que hoy es Colombia. Con textos bilingües y salas permanentes y temporales, es uno de los museos más visitados del país.
Dirección: Carrera 6 # 15-88
Horario: Abre todos los días excepto los lunes. Martes a sábado: 9:00 a.m. a 7:00 p.m. Domingo y festivos: 10:00 a.m. a 5:00 p.m. Entrada gratuita los domingos. Menores de 12 y mayores de 60 entran gratis todos los días.
Recargar la tarjeta TuLlave desde computador o celular es simple. Haga la transacción en línea y active el saldo en los puntos del sistema.
Con el objetivo de facilitar la movilidad diaria y ofrecer alternativas más rápidas y seguras, el sistema de recaudo del transporte público de Bogotá habilitó nuevas formas digitales para recargar la tarjeta personalizada TuLlave, tanto desde computador como desde el celular. La medida busca fortalecer el servicio y disminuir la dependencia de puntos físicos.
Recarga por internet
Los usuarios ahora pueden hacer su recarga desde cualquier navegador ingresando al portal tullaveplus.gov.co, en la sección conoce TuLlave / recargas web. Una vez allí, deben completar el formulario dispuesto y validar los datos de la tarjeta.
Tras realizar el pago, la recarga debe activarse en cualquiera de los 180 dispositivos de consulta de saldo distribuidos en estaciones y portales del sistema troncal. El procedimiento es acercar la tarjeta al lector y seleccionar la opción ‘Botón de recarga web’. El valor permitido para esta modalidad va desde $10.000 hasta $200.000.
Recarga desde el celular
Otra novedad es la posibilidad de realizar la operación directamente desde el teléfono móvil. Para ello, los usuarios deben descargar la aplicación Smart One, crear o vincular una cuenta en TuyaPay y, desde la sección de recargas digitales de la plataforma Maas, ingresar el número o serial de la tarjeta.
El sistema permite escoger entre varios métodos de pago; la recarga mínima es de $9.000. Una vez completada la transacción, esta puede tardar hasta 30 minutos en reflejarse en el sistema central. Maas cobra $200 (IVA incluido) por el uso del servicio.
La activación también se hace de forma presencial. En estaciones del sistema troncal, en taquillas o puntos identificados con el sello ‘Punto de Activación de Tarjeta’, o dentro de los buses zonales, acercando la tarjeta al lector hasta que el dispositivo confirme ‘recarga realizada’.
¿Qué es maas y por qué importa?
Maas se ha consolidado como una plataforma que integra diferentes modos de transporte de la ciudad, TransMilenio, buses zonales, taxis, bicicletas o trayectos a pie, ofreciendo rutas, tiempos estimados y ahora la posibilidad de recargar la tarjeta TuLlave desde el celular. Esta integración busca promover una movilidad más ágil y evitar desplazamientos innecesarios solo para realizar una recarga.