En Bogotá, muchas de las historias familiares comienzan con una pala, unos ladrillos y la determinación de levantar un hogar. La autoconstrucción, ese proceso en el que las personas edifican sus propias viviendas con los recursos y conocimientos que tienen a la mano, es parte esencial del ADN urbano de la capital.
No se trata solo de una práctica arquitectónica, sino de una forma de vida que mezcla necesidad, creatividad y resistencia.
En localidades como Ciudad Bolívar, buena parte de las casas fueron construidas por sus propios habitantes. Cada muro refleja el esfuerzo de generaciones que llegaron desde distintas regiones del país, impulsadas por el deseo de tener un techo propio en medio de un contexto de desigualdad y desplazamiento.
Así, la capital se ha convertido, en gran medida, en una ciudad autoconstruida, un territorio donde cada vivienda cuenta su propia historia y donde el derecho a la vivienda digna se entrelaza con la lucha por permanecer y habitar la ciudad.
Un concepto que se reconoce en el paisaje
Basta mirar por la ventana o recorrer los barrios más tradicionales para descubrir que la autoconstrucción está en todas partes. No hace falta ser arquitecto ni urbanista para notarlo. La diversidad de formas, materiales y estilos revela cómo miles de familias levantaron sus casas pieza a pieza, muchas veces sin planos, pero con una clara visión de futuro.
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En el corazón de Ciudad Bolívar se levanta un espacio que rinde homenaje a esa historia colectiva: el Museo de la Ciudad Autoconstruida. Este lugar, de entrada gratuita, invita a los visitantes a comprender el valor social y cultural de la autoconstrucción en Bogotá.
El recorrido inicia en el tercer piso del edificio, donde se encuentra la exposición Explotación, estigmatización y resistencia. A través de fotografías, relatos y objetos cotidianos, se reflexiona sobre las tensiones entre el territorio, la explotación de recursos naturales y los desafíos ambientales que enfrenta la comunidad. Desde los ventanales del museo, se puede observar el paisaje de la localidad y el Cerro Seco, un mirador natural que recuerda la fuerza con la que esta zona ha crecido.La creación del museo fue posible gracias a las transformaciones urbanas que trajo la llegada del cable aéreo a Ciudad Bolívar, infraestructura que no solo mejoró la movilidad, sino que impulsó nuevos espacios para el encuentro, la cultura y la memoria.
El Museo de la Ciudad Autoconstruida no solo guarda los recuerdos de quienes edificaron sus hogares, sino que permite entender cómo millones de bogotanos han construido, literalmente, la ciudad en la que viven. Un recordatorio de que Bogotá no solo se diseñó desde los planos de un arquitecto, sino también desde las manos y los sueños de su gente.
*Contenido financiado por el Fondo Único de TIC.

