En Bogotá existen unos paraderos singulares, no tienen rutas, ni buses, ni pasajeros apurados. En su lugar en donde se emprenden viajes distintos, viajes impulsados por la imaginación y los libros.
Se trata de los Paraderos Paralibros Paraparques (PPP), pequeñas bibliotecas al aire libre que hoy forman parte esencial de la Red Distrital de Bibliotecas Públicas de Bogotá (Biblored).
Su origen se remonta a 1996, cuando Fundalectura, junto a gobiernos locales y departamentales, propuso crear espacios que acercaran la lectura a comunidades sin acceso a bibliotecas. En Bogotá, la iniciativa fue apoyada por la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, y con el tiempo pasó a integrarse plenamente a Biblored.
Puedes leer: Bogotario estrena nuevos episodios para explorar la capital
Actualmente, la capital cuenta con 95 PPP distribuidos por toda la ciudad, desde grandes parques metropolitanos hasta zonas de bolsillo en distintos barrios. Cada uno alberga cerca de 300 libros, la mayoría dirigidos al público infantil, aunque los catálogos se adaptan a los gustos y necesidades de las comunidades que los rodean.
Puedes leer: Santa María del Lago, el humedal que resiste en Engativá
Más allá de los libros, estos espacios se han convertido en verdaderos puntos de encuentro cultural. Los mediadores de lectura organizan actividades que van desde recitales de poesía hasta talleres de tejido o presentaciones musicales, fortaleciendo el vínculo entre los vecinos y el arte. En los PPP se conversa, se aprende y se teje comunidad.
Aunque Bogotá concentra la mayor cantidad de estos paraderos en el país, la idea también ha echado raíces en otras regiones como Pereira, Guatapé y Castilla La Nueva (Meta), demostrando que el modelo es replicable y que la lectura puede florecer en cualquier esquina.
El diseño colorido de los PPP, inspirado en los tonos de la bandera bogotana y en la forma de una parada de bus, los ha convertido en un ícono urbano. Pero su valor va mucho más allá de lo estético: representan un símbolo de transformación social. En lugares como Altos de la Estancia, en Ciudad Bolívar, la lectura se ha convertido en una herramienta de cambio, capaz de crear lazos, esperanza y nuevas formas de habitar la ciudad.
*Contenido financiado por el Fondo Único de TIC.

