En Bogotá, los paseadores de perros se han convertido en una figura clave del paisaje urbano. Más que un oficio, su labor refleja cómo la ciudad ha cambiado; viviendas más pequeñas, jornadas laborales más largas y una creciente preocupación por el bienestar animal han hecho que este servicio sea no solo común, sino indispensable.
Cada día es más frecuente ver perros recorriendo parques, ciclovías y calles acompañados de sus paseadores, quienes organizan rutas, agrupan animales según tamaño y temperamento, y combinan disciplina con afecto. Este trabajo ha generado una red invisible de afectos entre humanos y mascotas, al mismo tiempo que moldea nuevas dinámicas de convivencia en el espacio público.
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Bogotá es una de las ciudades con mayor tenencia de mascotas en Colombia, solo detrás de Medellín y Cali. Se calcula que el 40% de los hogares bogotanos tiene al menos una mascota, siendo el perro la preferida. Las razones detrás de este aumento son múltiples: cambios demográficos, hábitos de consumo, búsqueda de compañía o apoyo emocional, e incluso la protección que estos animales brindan en los hogares.
El oficio de paseador de perros surgió en Bogotá a finales de los años noventa, inicialmente en sectores de clase media-alta como Chapinero Alto y Rosales, y hoy se ha extendido a distintos barrios y clases sociales. La comunidad de paseadores es diversa. Jóvenes, adultos mayores, mujeres cabeza de hogar, profesionales en veterinaria o etología, y emprendedores que ven en esta labor una oportunidad sostenible y vocacional.
Más allá de la economía, los paseadores tienen un impacto directo en la vida de la ciudad. Su presencia constante en el espacio público no solo asegura el bienestar físico y emocional de los animales, sino que también fortalece la convivencia comunitaria. Para muchos dueños, representan una solución ante la falta de tiempo para atender a sus mascotas, garantizando que reciban ejercicio, socialización y atención constante.
Su labor demuestra que los cambios en la vida familiar, laboral y social de Bogotá han dado lugar a nuevos oficios, nuevas formas de conexión afectiva y nuevas maneras de habitar la ciudad. Pasear perros en Bogotá es, en definitiva, un acto que une humanos, animales y ciudad en un mismo ritmo.
*Contenido financiado por el Fondo Único de TIC.




































