El Humedal Santa María del Lago resiste entre las avenidas de Engativá
Entre el concreto, los carros y el ruido del noroccidente bogotano, sobrevive un pulmón verde que parece desafiar el paso del tiempo. El Humedal Santa María del Lago, en la localidad de Engativá, es hoy un refugio de vida silvestre que resiste las presiones de la expansión urbana.
Con 10,8 hectáreas de extensión, de las cuales 5,64 pertenecen al espejo de agua, este espacio es mucho más que un paisaje bonito: regula la temperatura, mejora la calidad del aire y sirve de hogar a decenas de especies de aves nativas y migratorias.
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Fue declarado Parque Ecológico Distrital de Humedal en el año 2000, y desde entonces se ha convertido en uno de los ecosistemas urbanos más emblemáticos de la capital.
De hacienda rural a enclave urbano
A comienzos del siglo pasado, el área donde hoy se levanta el humedal era parte del paisaje rural de la sabana. En 1936, el expresidente Alfonso López Pumarejo adquirió los terrenos, entonces convertidos en una hacienda de 43 hectáreas donde se practicaba la pesca y la navegación recreativa.
El panorama cambió en 1954, cuando Engativá fue anexada a Bogotá. Las nuevas urbanizaciones, junto con la construcción de la avenida Boyacá y la calle 80, fragmentaron el ecosistema y alteraron su equilibrio hídrico. Para los años ochenta, el humedal ya era un espacio deteriorado, cercado por edificios y usado como depósito de escombros.
Una recuperación impulsada por la comunidad
El punto de quiebre llegó en los noventa, cuando la comunidad empezó a organizarse para salvarlo. En 1997 se cercó completamente el perímetro, y en 2001 la Secretaría Distrital de Ambiente lanzó un proyecto integral de recuperación que incluyó limpieza, control de vertimientos y procesos de educación ambiental.
Las acciones continuaron con la creación de las Aulas Ambientales, que convirtieron al humedal en un laboratorio vivo de aprendizaje ciudadano. En 2010, la entidad adoptó el plan de manejo ambiental que garantizó su protección como área ecológica.
La amenaza de la desconexión del agua
A pesar de los avances, Santa María del Lago enfrenta hoy una amenaza menos visible pero determinante, su aislamiento hídrico. Décadas de urbanización y canalización lo dejaron sin conexión con quebradas o acuíferos naturales. El humedal depende casi por completo del agua lluvia, lo que genera una peligrosa inestabilidad: en temporada seca, el nivel baja drásticamente; en lluvias, recibe descargas contaminadas.
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Para reducir el impacto, se adelanta la construcción de un colector sobre la carrera 76, con el fin de desviar las aguas residuales que aún llegan al ecosistema.
Un oasis que enseña a cuidar la ciudad
Hoy, entre garzas, juncos y espejos de agua, el humedal Santa María del Lago es un aula abierta para la ciudad. Cada recorrido revela la fuerza de un territorio que se niega a desaparecer y la persistencia de quienes lo protegen.
En medio del ruido urbano, este espacio sigue recordando que Bogotá no solo se construye con cemento, sino también con raíces, memoria y agua.
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