Huracanes: las tormentas llenas energía

Huracán
laura.cano
Eureka
13 Noviembre, 2025

En el océano, cuando el agua está muy caliente y el aire se llena de vapor, comienza a formarse algo gigantesco: un huracán. No es una tormenta cualquiera, es la más grande y poderosa que puede nacer en nuestro Planeta.

Todo empieza, casi siempre, en África a mitad del verano. Allí, el aire caliente se mueve y crea una especie de “ola” en la atmósfera llamada Onda Tropical, esa onda viaja hacia el oeste empujada por unos vientos llamados alisios, que soplan sobre el océano Atlántico. A veces, esa onda se va debilitando y desaparece. Pero si el mar está lo bastante cálido, a más de 27 grados, algo diferente ocurre: el calor del agua le da energía y la tormenta empieza a crecer.

El aire cálido y húmedo sube desde el mar hacia el cielo, cuando se enfría, forma nubes y libera calor, ese calor hace que el aire suba con más fuerza, lo que a su vez crea más nubes y más viento. Poco a poco, la tormenta se organiza, el aire comienza a girar y todo empieza a tomar la forma de un gran espiral.

Pero para que un huracán realmente se forme deben cumplirse varias condiciones. Además del calor del mar, el viento en distintas alturas tiene que soplar de manera estable, sin demasiados cambios de dirección o velocidad. Si el viento sopla en diferentes direcciones o con distinta fuerza, el huracán se rompe antes de crecer. También se necesita mucha humedad en la atmósfera y un lugar adecuado en el mapa.

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Gracias a ese giro de la Tierra (un efecto llamado Coriolis), los vientos del huracán giran en sentido contrario a las agujas del reloj en el hemisferio norte, así el aire se organiza alrededor de un centro: el ojo del huracán. Allí, sorprendentemente, reina la calma, puede tener unos 10 kilómetros de ancho y dentro casi no hay viento ni lluvia. A su alrededor está la Pared del Ojo, una zona de nubes muy densas donde soplan los vientos más fuertes y caen las lluvias más intensas.

Cuando la tormenta alcanza vientos de más de 119 kilómetros por hora, recibe oficialmente el nombre de huracán. Antes de eso, se llama depresión tropical si es débil o tormenta tropical si ya tiene algo de fuerza. Los huracanes se clasifican en cinco categorías, según la velocidad de sus vientos, lo que se determina usando una escala llamada Saffir-Simpson. Los de categoría cinco son los más potentes, capaces de causar daños enormes.

La energía que libera un huracán es tan grande que, según los científicos, podría compararse con casi la mitad de toda la electricidad que produce el mundo. Sin embargo, el peligro más grande no siempre es el viento, sino la lluvia y el aumento del nivel del mar que provoca inundaciones, especialmente en las zonas costeras.

Los lugares más propensos a sufrir huracanes son el Caribe, México y el sur de Estados Unidos. Esto se debe a que el Atlántico tropical suele tener la temperatura adecuada durante buena parte del año, y los vientos alisios empujan a los huracanes hacia esas regiones. Luego, al llegar a latitudes más altas, los vientos del oeste los desvían hacia el norte y el este.

En el Atlántico también influye un sistema de aire conocido como el anticiclón de las Bermudas-Azores, esta es como una gran zona de aire seco y de alta presión que puede cambiar la ruta de los huracanes. Si este anticiclón es fuerte y está más cerca del continente americano, los huracanes se dirigen hacia el Golfo de México o Florida, si es más débil o está más al este, los huracanes tienden a moverse hacia el norte, alejándose del Caribe.

Por eso cada año los huracanes siguen caminos diferentes: todo depende de las corrientes de aire, de la temperatura del mar y de la posición de ese anticiclón.

En Suramérica, en cambio, casi nunca se forman huracanes. Aquí el mar suele ser más frío, los vientos son más variables y la rotación de la Tierra no tiene suficiente fuerza para hacer girar las tormentas cerca del Ecuador. Aunque han ocurrido, como el huracán Catarina en Brasil en 2004, son casos muy poco comunes.

¿Por qué los huracanes tienen nombre de personas?  

Los huracanes tienen nombre para que sea más fácil hablar de ellos. Cada año se forman muchas tormentas en el mar, y si todas se llamaran igual, sería muy complicado saber cuál está afectando a qué lugar. Ponerles nombre ayuda a que las personas, las noticias y las autoridades puedan comunicarse sin confundirse.

Hace mucho tiempo, antes de que existieran los satélites y las predicciones del clima, la gente empezó a buscar maneras de distinguir las tormentas. En las islas del Caribe, por ejemplo, solían usar el nombre del santo del día en que llegaba la tormenta. Así nacieron nombres como “Santa Ana” o “San Felipe”.

Más tarde, un meteorólogo australiano llamado Clement Wragge tuvo una idea diferente: decidió ponerles nombres propios, como si fueran personas. Primero usó letras del alfabeto, después nombres de dioses y políticos, y finalmente nombres de mujer.

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En 1953, Estados Unidos comenzó a usar solo nombres femeninos para los huracanes. Pero en 1979 se decidió que también habría nombres masculinos. Desde entonces, las listas alternan nombres de mujer y de hombre.

Hoy en día, los nombres no se eligen al azar. La Organización Meteorológica Mundial, que reúne a expertos de muchos países, es la encargada de preparar las listas. Cada año, antes de que empiece la temporada de huracanes, ya está lista la lista de nombres que se usarán. En el océano Atlántico, donde se forman los huracanes que afectan a América y el Caribe, hay una lista con 21 nombres, uno para cada letra del alfabeto, excepto las letras Q, U, X, Y y Z, que no se usan.

Los nombres se eligen con cuidado. Deben ser cortos, fáciles de pronunciar y recordar, y no tener significados que puedan resultar ofensivos en ningún idioma. Además, se busca que reflejen la diversidad de los países que pueden verse afectados, por eso hay nombres en inglés, en español y en francés.

Existen seis listas distintas, y cada una se usa durante un año. Cuando se terminan las seis, el ciclo vuelve a comenzar. Eso quiere decir que los nombres usados en 2024 volverán a aparecer en 2030, a menos que uno sea eliminado.

Un nombre se retira de la lista cuando el huracán ha sido especialmente destructivo o ha causado muchas muertes. Por respeto a las personas afectadas y para no confundir a la gente en el futuro, ese nombre no se vuelve a usar. En su lugar, se elige otro nuevo que comience con la misma letra.

Así que ya sabes, si alguna vez escuchas de un huracán con nombre de alguna persona, ya tienes claro que este no fue puesto al azar, que hay un grupo de expertos que lo eligió con anticipación, siguiendo reglas internacionales.