¿Cómo Bogotá se convirtió en un referente del teatro en Latinoamérica?
En Bogotá, el teatro no es solo una manifestación cultural: es una forma de resistencia, un lenguaje vivo que se reinventa cada día. Así lo aseguran Marcela Valencia y Daniel Calderón, dos referentes de las artes escénicas en Colombia, quienes conversaron sobre el pasado, el presente y el porvenir del teatro en la capital.

En Bogotá, el teatro no es solo una manifestación cultural: es una forma de resistencia, un lenguaje vivo que se reinventa cada día. Así lo aseguran Marcela Valencia y Daniel Calderón, dos referentes de las artes escénicas en Colombia, quienes conversaron sobre el pasado, el presente y el porvenir del teatro en la capital.
Una tradición que evoluciona
Marcela Valencia, cofundadora del Teatro Petra, lleva 38 años dedicada al oficio teatral. Nació en Popayán, pero desde que era un bebé ha vivido en Bogotá, ciudad donde formó su carrera. Para ella, la escena bogotana ha pasado por transformaciones profundas, pero mantiene su carácter vibrante.
Daniel Calderón, nacido en Cali en 1984, es actor, director y productor con más de dos décadas de trayectoria. Desde su proyecto DECA ha apostado por nuevas formas de conectar con el público, integrando el cine y otras narrativas.
Una ciudad que acoge y resiste
Bogotá ha sido cuna de grandes eventos, como el Festival Iberoamericano de Teatro, que en su momento posicionó a la ciudad como epicentro latinoamericano de las artes escénicas. Aunque su brillo ha disminuido con los años, nuevas agrupaciones han tomado el relevo, impulsando propuestas frescas desde distintas orillas.
Las salas siguen activas, al igual que los espacios alternativos que apuestan por el microteatro o el teatro en casa. Y, año tras año, las puestas en escena se toman calles, parques y festivales, demostrando que el teatro sigue siendo parte del patrimonio inmaterial de los bogotanos.
El reto de seguir creando
Valencia y Calderón coinciden en que hacer teatro en Colombia es un acto de fe. La falta de recursos y la percepción de que asistir a una obra es un lujo, limitan el acceso a este arte. Sin embargo, siempre hay espectadores dispuestos a reír, llorar o simplemente dejarse llevar por una historia. El teatro, como la vida, se transforma. Y en Bogotá, sigue latiendo con fuerza.